El hotel se ve decadente, con signos de deterioro acelerado. Las habitaciones son muy precarias, con colchones viejos, sin protección (forro). La calefacción, se limita a un pobre y viejo radiador eléctrico. El personal es muy rudo y distante, parecen congelados en el tiempo como todo el entorno. El desayuno, sólo carbohidratos, limitado, sin imaginación. No vayan en invierno, Piriápolis se asemeja un pueblo abandonado del lejano oeste.