No hay que dejarse llevar por las primeras impresiones cuando se accede a este hotel, porque la imagen trasnochada y un tanto deteriorada que ofrecen sus instalaciones, en un primer momento, contrasta con el alto nivel de calidad de sus enormes habitaciones, decoradas con buen gusto al más puro estilo balinés. Las de la planta baja cuentan además con un amplio y cuidado jardín con acceso directo al mar (ojo, no a la playa) y cama balinesa. Excelente servicio de limpieza y mantenimiento. Piscina de grandes dimensiones ubicada junto a un entorno que, como el resto del edificio, pide a gritos un ejercicio de actualización. El desayuno no es demasiado variado, pero el amable personal que lo gestiona siempre está dispuesto a atender sugerencias y a adaptarse a las necesidades del cliente.